viernes, 3 de mayo de 2013

Los españoles se echan al monte

 Con la crisis, todos hemos visto la proliferación  de esos misteriosos establecimientos de "Compro oro" que se extienden como ronchas por la piel de la ciudad.
Y digo misteriosos porque nadie sabe exactamente en que condiciones se trabaja o los precios por los que se rigen.
Un aumento paralelo se ha producido en otro tipo de establecimientos: los rastros.
Rastros de barrio en los que se compra y vende todo. Colchones, mantas, ropa, todo tipo de electrodomésticos, viejos o nuevos, cuadros, jarrones......hasta trofeos escolares.
El trasiego de gentes es notable y en ocasiones la compra/venta se realiza en la misma calle, en donde queda parte del material, que ya no cabe en los locales.
Hasta mármoles de cocina y de baño.
Cualquier local es bueno para esta actividad y en una ciudad en la que podíamos encontrar cuatro rastros, ahora encontramos cuatro rastros por barrio

Los días de mercadillo, me suelo dar una vuelta por el mismo, para comprar algo fresco y sobre todo para observar a la gente. Me quedo de palique con algún  tendero conocido y arreglamos el mundo un rato. Esos mostradores, son confesionarios donde la gente cuenta un poco de su vida, la marcha de todo, se crean vínculos, se desahogan.

 Charlando con mi amigo Paco en su veterano puesto de olivas, en el que desde 1921 se han ganado el sustento varias generaciones, vi que tenía algunos folletos en el expositor.
Uno de ellos decía "Compro objetos antiguos". Y a todo eso llegó un viejo que sacó de sus faltriqueras un par de relojes cuidadosamente envueltos y una radio de bolsillo.
Atraído por la publicidad, pensaba vender esos objetos en el puesto de salazones. Al informarle de su error, se fue visiblemente contrariado y molesto.
El valor del lote, a ojo, era ínfimo. Con mucha buena voluntad le podrían dar unos 10 euros en un rastro habitual.

Pienso que la intención de ese hombre era vender ese lote y hacer la compra.
Pienso que si fue a vender eso, es que "lo bueno", ya lo había vendido.
Pienso que el éxito y extension de estos establecimientos da una idea harto cabal del momento que vivimos.
Pienso que mucha gente está llegando al limite.
Pienso que esta gente en lugar de acudir al "Monte de piedad" debería plantearse si no ha llegado el momento de echarse al monte.
Y esta es la realidad, a pie de calle, que no ve Mariano el plasmado y su cohorte de palmeros.
Ellos viven ajenos a todo, llenándose la boca con desindexaciones, envolventes económicas y derivadas.
Que vengan el jueves al mercadillo y se lo expliquen a los abuelos.

Yo escupo en el mejor sitio que encuentro, en vuestra cara.


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